Ley N° 24.065”.
Mallo Huergo es un abogado de la UCA con un Master en Chicago que forma parte de Integra Capital y es socio del ex ministro del Interior de Carlos Menem en todos sus negocios energéticos: hasta llegó a acompañar al mendocino en el proyecto de energías limpias que iniciaron en mayo del año pasado asociados a James Biden en Gran Bretaña y que el hermano del presidente de Estados Unidos debió abandonar en enero para evitar un conflicto de intereses, según lo que publicó Financial Times. Manzano es el nombre que resuena en la historia larga del poder y el que la vicepresidenta autorizó a quedarse con la distribuidora de electricidad más grande de la Argentina, con 3 millones de clientes. Formalidades e impugnaciones a la operación al margen, el guiño de CFK a Manzano fue político y hasta puede inscribirse en el proceso de unidad hasta que duela del que se hablaba en aquella campaña de un Frente de Todos todavía virgen en decepciones. Frustrado mal el sueño de la burguesía nacional que alimentó el kirchnerismo hasta 2015, ahora Cristina le cede a un viejo conocido suyo y gran sponsor de Sergio Massa un negocio estratégico de cara a un futuro, mediato, en el que las tarifas vuelvan a aumentar.
Dicen que, antes de dar su
anuencia a la operación, la vicepresidenta especuló sobre cuál podría ser el
destino político de Manzano y sus socios en caso de no conseguir el aval para
quedarse con Edenor. Vista la ancha rotonda del Frente Renovador, la división del
peronismo, el triunfo de Mauricio Macri y el tiempo en que el Grupo América se
pintaba de amarillo y hacía picos de lawfare, puede decirse que en política la
capacidad de daño pesa fuerte y no sólo es propiedad de Cristina. “No dejemos a
ningún peronista afuera”, fue la consigna que se escuchó en el Senado. Al día
siguiente, elDiarioAR reveló la primicia del dictamen
técnico y una fracción del establishment, la que juega con el gobierno,
respiró aliviada.
A partir de ahora, Manzano podrá
dar una vuelta más a su costo operativo de reinvención y el experimentado
Edgardo Volosin retornará a una empresa en la que estuvo más de 20 años y en la
que conoce a todos. Ex director y gerente general de Edenor, Volosin fue
director de Servicios Públicos de la bonaerense María Eugenia Vidal y su caso
vuelve a confirmar que las fronteras son porosas: entre el sector público y el
sector privado, entre el gobierno y la oposición. Del vendedor Marcelo Mindlin,
el hombre corcho que ahora es aliado de Massa y Alberto Fernández, solo se
mencionó su último movimiento, exento de contradicciones: la sociedad con el
gigante ruso Gazprom para invertir en Vaca Muerta en el marco de los
subsidios del Plan Gas a las grandes petroleras con el objetivo de aumentar la
producción y reducir la importación de combustibles. El nuevo embajador en
Rusia, Eduardo Zuain, está al tanto de los pormenores.
Mientras la pandemia todavía
golpea y el ritmo acelerado de la vacunación se conjuga con la cifra
escalofriante de más de 92 mil muertos, las familias del Círculo Rojo que hace
seis años se excitaron como nunca con las promesas que vendía Mauricio Macri
ahora propician su funeral en términos estrictos de política. Primeros
en la fila, los Grupos Clarín y Techint, ahora líderes en AEA y la UIA. En
busca del activo preciado del futuro que el expresidente arruinó en tiempo
récord, Horacio Rodríguez Larreta está decidido a recibirse de jefe antes de
fin de año y tiene el impulso de los ansiosos que quieren redimirse ya mismo de
su apuesta desmesurada por Macri. El alcalde porteño está donde está
porque Macri lo bendijo en 2015 pero no nació a la política de la mano del
heredero de Socma.
Si el egresado del Cardenal
Newman no revisa su estrategia, Larreta irá detrás de una meta ambiciosa, que
2021 sea para él lo mismo que fue 2005 para aquel Kirchner que se hartó
temprano de Duhalde. Líder del espacio que integran Vidal, Diego Santilli,
Cristian Ritondo y el 90% de la dirigencia del PRO, Larreta no solo escucha las
consignas del versátil Guillermo Seita. También recupera los servicios de
especialistas que se alejaron del macrismo público pero conservan su llegada
directa y permanente al sector empresario. A los gritos, todos piden lo mismo:
que aparezca alguien que le devuelva la esperanza a los que se prendieron fuego
con Macri y creyeron -por unos meses- en Alberto. La fórmula del
larretismo que quiere cruzar la general Paz no puede convertirse en afiche de
campaña pero marca el horizonte de corto plazo: “Para ganarle a Cristina,
primero hay que ganarle a Macri”.
El ex presidente resiste desde la
debilidad con súplicas en los medios amigos que ya nadie oye. Su fracaso en la
gestión fue tan ruidoso que solo le queda un grupo reducido de colaboradores y
el consuelo de ser el reverso del cristinismo. La peor pandemia del último
siglo le dio la oportunidad de reaparecer más rápido de lo que se pensaba pero
para el segundo tiempo que quiere jugar hoy no junta los once y ni siquiera
tiene arquero. No todo se explica por la inflación récord, la devaluación
permanente, el endeudamiento atroz, el ajuste, el tarifazo y la caída del
salario real, un verdadero horror tour que vivió la sociedad argentina bajo
Macri. De hecho, una parte de herencia pervive hoy y se actualiza con el
gobierno del Frente de Todos. Además, hay algo que explica la soledad del ex
presidente a nivel de la dirigencia y que resume uno de sus antiguos
colaboradores: “Mauricio cuando tuvo todo fue un tirano”. Eso generó un tendal
de heridos, que recorre Cambiemos de punta a punta y llega por supuesto a la
UCR que ahora recupera con Facundo Manes las ganas de vivir.
Nada más alejado del estilo de
conducción empresaria de Macri que los modos de construcción que muestra
Larreta, un político que fue capaz de convertir a su antiguo denunciante Martin
Lousteau en su socio silencioso. “Horacio tiene comprados hasta los payasos de
los semáforos de la Ciudad”, afirma un dirigente de la oposición con una
trayectoria bastante distante de la indignación de los guardianes de la
República. El mal cálculo de Macri y sus aliados, que creían que los
intendentes de la provincia se iban a volcar en masa contra el porteño
trasplantado Santilli, da cuenta del desconocimiento de la realidad que sigue
condicionando al macrismo puro.
La tibia autocrítica de Macri no
conforma a sus viejos socios, que acumulan críticas de todo tipo después de
cómo terminó su presidencia. Para el director de Isonomía, Juan Germano, la
oposición no logró hasta ahora saldar su pasado en una mesa de discusión y eso
es lo que ahora tiene que definirse. Todo indica que harán falta internas
abiertas para hacerle entender al ingeniero que su ciclo ya fue. De acuerdo a
los números de Germano, hay un 25% de los consultados que todavía no sabe o no
quiere decir por quién va a votar: en ese porcentaje, dice, está la clave de la
elección entre el gobierno y la oposición. Pero antes, Juntos por el Cambio
deberá ungir un liderazgo y dictar sentencia sobre ese pasado que encarnó Macri
en el poder.
Solo la fuerza de la rabia
antikirchnerista puede salvar al expresidente de Boca, si es que esa milicia es
capaz de trascender el hashtag y convertirse en mayoría dentro de la oposición. Pero
este Macri desangelado ¿está dispuesto a dar pelea? No se sabe. En el PRO,
afirman que está a punto de viajar al exterior para tomarse dos semanas de
descanso. Cuando vuelva, tendrá que aislarse y, cuando salga a la calle, el
cierre de listas será casi un hecho. Habrá que ver entonces si los dos
dirigentes que se expresan en sintonía con él, su primo Jorge y Patricia
Bullrich, compiten o se preservan en las primarias que parecen inevitables. La
tregua que hoy ofrecen desde el PRO alineado con Larreta se parece a una
rendición para Macri y sus satélites, pero cuenta con el anzuelo de ahorrarle
una derrota en la interna.
Auspiciado por la UCR, Manes
figura como el rival a vencer por Santilli en una competencia que busca
alumbrar el posmacrismo. Para el neurocirujano nacido en Salto no será
sencillo incursionar en el barro de la política y será su oposición
interna la primera en escanear sus antecedentes con ojos distintos a los de la
ciencia y la academia. Sea como sea, junto con una porción nada desdeñable de la
población que rechaza todo gen de populismo, el establishment que no comulga
con Manzano y Mindlin calienta motores y vuelve a invertir para diseñar la
herramienta más eficiente en la cruzada por dejar atrás al kirchnerismo de una
vez por todas.
Macri aparece tan solo que
hasta Nicolás “Nicky” Caputo se muestra en otra frecuencia. En línea con la
automotriz Toyota -que ahora preside ADEFA- y el sindicato del SMATA, el
hermano del alma del ex presidente acaba de anunciar una inversión de 71
millones de dólares en cuatro años para instalar una fábrica de autopartes de
alta complejidad en Baradero y generar 750 puestos de trabajo.
Acostumbrado a pernoctar en Miami
aunque ahora embarcado en la cruzada por sustituir importaciones, Caputo no
estuvo en Casa Rosada para el acto que los directivos del Grupo Mirgor
compartieron con Alberto Fernández, pero se encargó de llamar en persona al
sucesor de Macri para avisarle de su proyecto. “Dale para adelante”, escucho
del otro lado, un aval que generó disgusto en Axel Kicillof no por el proyecto
sino porque fue el último en enterarse de una inversión que, sin embargo,
beneficiará más que a nadie al gobernador bonaerense. Según dicen en el PRO,
Caputo apuesta a su modo por Rodríguez Larreta y tiene un diálogo permanente tanto
con el jefe de gobierno como con
Santilli y Ritondo. Beneficiado por la brutal transferencia de ingresos de
tarifazo en la era amarilla aunque perjudicado por una exposición más alta de
la que hubiera deseado, Nicky ya saldó la discusión sobre el pasado, esa
palabra inapelable que ahora resulta sinónimo de Macri.
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